13 feb 2012

A chemical reaction (And one day you'll know where you are)

1
Todas las historias, para ser historias, deben tener un conflicto. Sin nudo no se tiene más que una anécdota. "La historia de una vida es la historia de un sufrimiento", decía Schopenhauer. Esta versión, sin duda, es la que más convence a la mayoría de los escritores; y la que más beneficios reporta a la mayoría de los psicólogos. Sin embargo yo prefiero esta mutación: "La historia de una vida es la historia de un padecimiento": la historia de una vida es, más que una simple dolencia, una enfermedad.

2
El acto de narrar implica crear la verdad en el instante en que se narra. Para los psicólogos los sueños son importantes en la medida en que son importantes para el paciente; en la medida en que el paciente los crea al contarlos. Para el médico lo que dice el paciente es un síntoma; pero el carácter detectivesco de su profesión lo obliga, igualmente, a buscar signos: la verdad médica (es decir, el diagnóstico) sólo es posible cuando el médico hace un lado lo que importa y lo que no; lo que es parte de la enfermedad y lo que es un simple achaque. Para el narrador de cualquier tipo la ficción es la realidad que prescinde de datos inútiles.

3
Tarde o temprano, cuando uno conoce lo suficiente a una persona, sale a relucir su historia verdadera. Parecerá que hay quienes tienen tragedias mayores que el resto de las personas, o, por el contrario, gente que ha gozado de una vida casi perfecta; sin embargo basta buscar lo suficiente para descubrir que todos tenemos una historia, una auténtica historia que contar; y toda buena historia, por definición, es una historia triste: Toda historia (tenga un final feliz o no; exista una cura o no) es la historia de un padecimiento.

4
Las narraciones más valiosas (o al menos las que más me interesan) no son detectivescas; son médicas. Aunque afirmé que la ciencia médica siempre tiene un ánimo detectivesco, una diferencia separa ambas profesiones: mientras el detective busca resolver un crimen que casi siempre ocurre en el pasado, el médico debe resolver un crimen que ocurre en el futuro. El diagnóstico del médico tiene como finalidad, a través del posterior tratamiento, la cura; el detective trabaja, en cambio, donde la cura no siempre es posible. La narración detectivesca puede contentarse con señalar al culpable; la narración médica, a diferencia de la otra, no puede detenerse en el descubrir el nombre de la enfermedad; su éxito depende de la cura. Claro está, no todas las enfermedades tienen cura ni todas las enfermedades tienen siquiera tratamiento; pero incluso en esos casos el deber del médico es procurar el bienestar del paciente.

5
No me basto con señalar al culpable, encontrar un diagnóstico preciso: La literatura que me interesa es la que puede curarme.

6
Ahora bien, en la literatura (a diferencia de la medicina) el paciente y el médico pueden ser la misma persona: con las palabras, la automedicación no sólo es posible; es recomendable. La única condición indispensable para resolver la enfermedad es narrarla: no se puede diagnosticar lo que no aún no ha sido contado.

7
Nuestra historia a veces exige ser contada por otro. De menos merece una segunda opinión con tal de obtener un diagnóstico exacto. Igualmente a veces uno descubre sus propios padecimientos a través de la historia de otro: en la enfermedad de un extraño reconocemos nuestros síntomas y nuestros signos: al leer muy bien, no sólo podemos leer al otro: podemos leernos a nostros mismos.

8
Así como la mejor medicina, la mejor literatura es la que cura.

9
Hace poco escribí una historia auténticamente autobiográfica. Obtuve un diagnóstico. Hace poco escribí mi historia y obtuve mi conflicto: en la ficción descubrí el nudo de mi realidad. La mejor literatura es la que me funcionó a mí y fue por escrito, pero la cura es posible en cualquier parte; platicando con alguien en el coche, platicando con alguien por teléfono, platicando con la almohada: el chiste es narrar. Parafraseando a Vila-Matas en Lejos de Veracruz, la vida, para ser tal, debe ser narrada.

10
Si quiere saber su historia, acuda a su médico. (Puede ser usted mismo).


 

P.D. El fin de mi historia aún no tiene fin. Estoy en un punto donde ya puse el punto final pero la historia sigue. No me preocupo: el shuffle de la vida (o del iTunes) puede otorgarme la cura en cualquier momento.

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